La Península Ibérica es conocida gastronómicamente, entre otras cosas, por su rica producción de quesos. Tanto es así que algunos de ellos son considerados como los mejores del mundo. Bien es cierto que en nuestro país podemos encontrar hasta 28 denominaciones de origen, aunque el más conocido sea el queso Manchego por su calidad y variedad. Tampoco hay que olvidar otras denominaciones como el queso de Mahón, Idiazábal, Roncal o El Palmero. La mayoría de ellos están hechos con leche de vaca, oveja y cabra.
En el post de hoy vamos a centrarnos en una variedad de queso fresco de elaboración artesanal que se hace en la localidad alicantina de La Nucía, de ahí precisamente su nombre: Queso de La Nucía o queso Pastel que cuenta con una marca de calidad desde el 23 de diciembre de 2008.
Por su suave y jugoso sabor, esta variedad es la más consumida en esta zona del Mediterráneo, incluso por encima del tan afamado queso de Burgos. Como este último, el queso de La Nucía es fresco, sin maduración, de ligero prensado y elaborado con leche pasterizada. Concretamente, el alicantino se hace a partir de leche de cabra y de vaca. Es un queso sin corteza y completamente blanco, con un corte blando y esponjoso y con gran humedad que funde en el paladar. Este tipo de variedades se caracteriza por tener un sabor dulzón y lechoso, levemente ácido, con un punto láctico, apenas con sal, fina textura y cremoso en la boca. Puede alcanzar hasta 2 kilos de peso.
Es relativamente joven ya que se comenzó a elaborar por un quesero de La Nucia (J.F.S.) en 1959, el cual tuvo la idea de usar como molde una huevera de alambre para desuerar la cuajada y darle forma, quedando grabado su entramado metálico en forma de rombos que es lo que le dota de personalidad. A partir de ese momento y con el paso de los años, otros productores emplearon el mismo molde, en la actualidad de acero inoxidable, para escurrir las piezas y mantener ese dibujo tan característico y peculiar.
El queso de La Nucía se puede presentar en varios formatos que distinguen su grado de salinidad. Por ello encontramos el queso servilleta que recibe su nombre por la peculiar forma de envasarlo que recuerda a como lo hacían antiguamente los pastores, es decir, envolviendo la masa en una servilleta y haciéndole un nudo bien apretado para que se compacte. Otra de las variedades es el cassoleta (cazuela pequeña en valenciano) que presenta un formato más pequeño, o el jumillano.
Por todo esto, es un queso para consumir a cualquier hora. Sugerimos degustarlo con un buen chorro de aceite de oliva, aceitunas negras o aliñadas, ensaladas variadas o con productos dulces como la miel, el membrillo, el cabello de ángel o incluso con frutos secos. Para maridar, es perfecto el vino blanco afrutado y si de verdad quieres sacarle todo su sabor, acompáñalo en el postre con un Fondillón.
Merece la pena probar tanto éste como otros quesos de la zona ya que, gracias al esfuerzo de sus productores, sigue vigente la tradición a la hora de elaborarlos.