El Bar Ricardo celebra 75 años desde que la Sra. Amparo González y su marido, abuelos de los actuales hosteleros, abrieran sus puertas en la calle Dr. Zamenhoff, 16 de Valencia. Por su cocina han pasado tres generaciones de hosteleros, una saga familiar que comenzó su recorrido con una bodega en la que se vendía vino en barriles y licores.
Actualmente, Ricardo Mirasol, conocido por todos sus clientes como Richard y Susana Salvador, nietos de la fundadora, continúan cosechando éxitos en la que es hoy una de las mejores barras de Valencia, donde se cruzan cada día -de martes a sábado- vecinos del barrio, ejecutivos, deportistas y personajes varios de la sociedad valenciana.
La idiosincrasia del Bar Ricardo es su producto y también su saber hacer. Cada año salen de la cocina y la barra del Bar Ricardo millares de raciones de bravas, ensaladilla rusa y de sepia con mayonesa, los tres platos insignia. Pero el marisco ocupa una posición importante en las comandas y en el arqueo de la caja. Los erizos, las zamburiñas, las almejas de carril, los mejillones, las clotxinas, las gambas rayadas, las tellinas, la langosta, las navajas y las ostras son las reinas del aparador.
Y por supuesto, está el pulpo, ese plato que, según los recuerdos de Richard, fue una introducción pionera de sus padres, que lo convirtieron en uno de los productos esenciales y protagonistas del local. De ahí su logotipo: un pulpo divertido y ya histórico.
Con los mariscos y pescados conviven los frutos de la huerta. Los tomates y las alcachofas de la terreta, de Kilómetro 0, comparten protagonismo de cara al público, haciéndose sitio en la cocina cada día para sus fieles comensales.
Bajo la mano de Susana en la cocina, el bar ha heredado tapas autóctonas como los caracoles, el allipebre y las habas, y ha ido proponiendo otras novedosas y también muy demandadas.
Y el secreto es…
Sin trucos, sin trampa ni cartón, lo que ha hecho posible al Bar Ricardo, en palabras de sus actuales gerentes “es que lo han llevado tres matrimonios, tres parejas involucradas hasta la médula en el bar. Esto no hubiera sido posible si no lo hubiera llevado a cabo con mi mujer”, confiesa Richard.
Susana ha bebido de la sabiduría familiar para preparar torrijas y tartas de queso inolvidables. Junto a Richard, son compañeros inseparables en las expediciones hechas a propósito para conocer lo que se cuece en otros bares y en los viajes que no están completos sin un tour gastro por lo mejor de cada lugar.
La cocinera reconoce que “últimamente se está dando más visibilidad a las mujeres en la cocina, aunque siempre hayan estado ahí”. “En la historia de la gastronomía no hemos estado igual de reconocidas que los hombres, cocinar era más una tarea doméstica que un arte. Afortunadamente, todo esto está cambiando y eso impulsa el talento femenino”, añade Susana.
Sobre si habrá cuarta generación, todo apunta a que sí. En sus cocinas y en su barra se prepara ya el relevo generacional. Uno de sus hijos ya ayuda a su madre tras bastidores, mientras que otro se prepara para la labor de cara al público. Parece que la historia del Bar Ricardo continuará.