“Nos acercábamos a Elche, ya se distinguía su valle rebosante de frutos y su inmenso palmeral, el mayor y más hermoso de Europa, el más paradisíaco de toda España”, Hans Christian Andersen (1862).
Vivir entre palmeras no es un sueño imposible. En Elche sus habitantes trabajan, estudian, se enamoran y se divierten entre un inmenso palmeral. En definitiva, viven rodeados de un paraíso que en el año 2000 fue declarado Patrimonio de la Humanidad. Y es que no es para menos ya que la ciudad alicantina cuenta con más de 250.000 ejemplares, responsables de producir el prestigioso dátil.
El fruto de la palmera datilera es dulce, carnoso, de forma oblonga y su color va del ámbar al marrón oscuro. Eso sí, es muy calórico, debido a su alto contenido en azúcar (70%), aunque esta circunstancia no le impide que sea muy valorado por sus propiedades nutricionales. A nivel físico, ayuda en el tratamiento de la retención de líquidos, controla el colesterol y la presión arterial, mejora el estado de las vías respiratorias y posee un efecto laxante. También son muchos los que le atribuyen buenos efectos sobre el estrés, los nervios y la capacidad de concentración.
Es ahora, durante la Navidad, cuando el consumo de los dátiles de Elche vive la época más dorada. Se le considera parte del grupo de frutos secos, tales como las ciruelas, uvas pasas y orejones, aunque la diferencia con éstos radica en el hecho de que el dátil madura en la propia planta.
A pesar de que la temporada de recolección del dátil se extiende generalmente de octubre a enero, para obtener este valioso fruto es necesario realizar su plantación durante la primavera. Entre los meses de marzo y abril, los palmereros recolectan las florescencias de las palmeras macho y polinizan las hembras para asegurarse una mayor producción y calidad. Es en el mes de junio cuando se seleccionan las ramas de los dátiles y se atan para que al coger peso no se tronchen. Posteriormente, durante los meses de agosto y septiembre, se embolsan dichas ramas para protegerlas de pájaros e insectos, siendo a partir de octubre cuando se recolectan los dátiles en función de la variedad de la palmera y la climatología de ese año.
Según los productores ilicitanos, el dátil se puede conservar de diferentes maneras en función del tratamiento que se le dé:
- Dátil natural o fresco. Se conserva en cámaras frigoríficas y se va madurando en función de los pedidos.
- Dátil adobado: los palmereros cortan las ramas de los dátiles cuando estos empiezan a madurar y los introducen en un bidón con vinagre durante unos segundos. Posteriormente se sacan y tras 24- 48 horas el dátil madura.
- Dátil congelado: los dátiles sin madurar se meten en congeladores y una vez congelados se sacan. A las 2 horas ya pueden ser consumidos. Eso sí, los expertos dicen que su sabor no se asemeja al de los madurados de manera natural.
Su uso en cocina, repostería y pastelería está cada vez más extendido. De sabor dulce y aire exótico aporta un toque muy especial a los platos, siendo utilizado principalmente para la elaboración de salsas, condimentos o rellenos de carne. De esta manera, el dátil ilicitano reivindica un puesto de honor entre los productos levantinos más consumidos como la naranja o el arroz debido a su versatilidad y al haberse convertido en un producto exquisito y gourmet de la gastronomía española. De hecho, son muchos los chefs de reconocido prestigio que lo utilizan para dar forma a sus texturas o sabores más reconocidos.